Calles

La calle de Santiago

Al quedar de la tarde,
con la nostalgia a cuestas
de una calle a otra calle
un no sé qué me lleva.


 

 


Andar y desandar calles, cuando la tarde empieza a entretejer las sombras primeras y pasa el sol teñido del bermellón de almagro. A la hora en que crián soledades las sementeras y se vienen de la mar, como a escondidas, juguetones ramalazos de frescura. Cuando en algún rincón del alma aletea nerviosa la añoranza. Aunque se cansen los ojos de buscar entre los nombres, en tanto cemento y tanto asfalto, lo que antes era y ya no es. Aunque duela en los adentros no ser ya aquel niño de otro tiempo.
Sí, es bueno el sabor del deambular calle arriba y calle abajo… Sin prisa. Llevado de la mano, tal vez, del ansia nunca saciado en el amor y entendimiento de las cosas de Gáldar. De su gente, de su Historia, dicha sin palabras por duendecillos ocultos de una calle a otra calle. Con sus miserias y opulencia.. Vicios y virtudes. Con los gozos y las maguas.

Cómo se cogen a las retinas. Calles de Gáldar, tantas veces centenarias. Apenas distintas de sus primigenios trazados. Abiertas a los cuatro puntos cardinales. De aceras angostas o casi esbozadas. De callaos oscuros, gastados del tiempo y el recuerdo de barrancos y mareas. Con adoquines labrados al sol de la Piedra del Agua. Con huertas dolidas de azahares en los atardeceres, al costado siempre de la vieja casa con penacho de veroles y gatera en la ancha puerta de tea. Calles con las entrañas embrujadas por el campanilleo del agua de las Heredades y el eco sonajero de rondadores trasnochados, de carretas labradoras y enamorados, de procesiones y algazaras parranderas. Con sus silencios de otoño y su gente de ayer… Donde las lluvias primeras, entre piedra y piedra, pintaban el verde ilusionado de los belenes de la niñez.

Las que fueron una vez, Arena, La Barbada, del Agua, Toscas, Sol, Siete y Luna, Enmedio, Pilar, Olivo, y Nueva.