Patrimonio

El Ayuntamiento en los años sesenta del siglo XIX.

 

 

 


Tan larga existencia, enriquecida por tan cuantioso acontecer histórico, no puede estar vacía de huellas testimoniales. Y amplio e importante es el patrimonio histórico – artístico de Gáldar sembrado por toda su extensa jurisdicción. Blancos caseríos de bucólica tranquilidad colgados en las alturas, populosos en la llanura, balconada junto al mar. Nostálgicos vestigios del ayer ancestral de la patria primera. Mansiones solariegas, públicas y privadas, desafiantes del tiempo para ser su memoria.

Fueron los pagos cumbreros de los más poblados y antiguos del municipio. Los Barrancos Hondo de Arriba y de Abajo, duradero deshojar preferencias entre Artenara y Gáldar, con sus típicas y trogloditas viviendas y el interesante museo etnográfico que hoy abriera el conocido Juan Cubas.

Acaso esté Juncalillo tocado por la gracia del cielo. Cuna de intelectuales, empresarios de renombre y de la flor y nata del clero grancanario, atesora la Iglesia de Santo Domingo y la tradicional bajada de la Rama, en las fiestas patronales.

Pasado Fagagesto, notable pago en pasadas épocas, se asienta Caideros de San José, con añoranzas de telares, de aradas y trillas, mantequilla y recentales. Con su vieja ermita, oratorio primero de las medianías y la iglesia de San José, con el tipismo de su Fiesta del Agua.

La Hoya de Pineda, dejadas atrás las tierras rojas de Saucillo, enseña orgullosa la casa solariega del hidalgo que diera nombre al lugar, la pequeña ermita de San Antonio y los célebres alfares, donde sigue siendo maestra del barro la inefable Julianita.

Las Rosas de la Cruz y Grecia, desde los hoy llamados Llanos de Piso Firme hasta Las Rosetas, cruzando El Agazal y Los Quintana, tiene hecha en recuerdo de la primitiva, la pequeña capilla de San Isidro fundada por el Canónigo Verde de Aguilar y dotada con las tierras del cortijo de San Isidro. Cerca del lugar, el complejo de cuevas canarias.

Surgió el San Isidro actual en el llano de Juan Díaz hacia el año 1879 con la construcción de la ermita del santo labrador. Declarada parroquia en 1940 es hoy uno de los más populoso e importante barrio de Gáldar.

Viejos y notables caseríos en tiempos pasados fueron las vecindades de Marmolejos y Taya, donde se conservan las reliquias de las cuevas de la Grama y no muy lejos, en el barranco de Anzo, la ermita de San Marcos de las Maravillas, mandada a hacer por el Canónigo D. Marcos Verde de Aguilar y Trejo.

Sardina, puerto y playa, ha sido desde los primeros instantes, esencial enclave en la historia de Gáldar hasta las primeras décadas del siglo XX. Por ella salieron los mejores productos de los ingenios y las Vegas de Gáldar, y por ella entraron los más diversos enseres y mercancías. No muy lejos, el recién desaparecido faro y el a punto de hacerlo muelle de la Caleta de Abajo, son entrañables estampas del ayer cercano.

Al pie de Amagro y en su extenso y llano lomo se asienta el laborioso Barrial, barrio dormitorio sobre los primitivos García y Alcaravaneras. Tuvo siempre un marcado signo deportivo al encontrarse allí el Estadio Barrial.

Nido Cuervo y El Imperial se asoman a la vuelta grande que da el barranco para enfilar la playa de Bocabarranco. Y en la ribera atlántica, los valiosos yacimientos arqueológicos del Clavo, La Furnia y El Agujero, con la necrópolis y los túmulos de La Guancha. A la derecha, la Caleta de Arriba, añoranza marinera y pescadora.

En las laderas ennegrecidas del viejo volcán, La Montaña, Rojas y Becerril, primeras vecindades. Y en el plácido rellano, la iglesia de Santiago Apóstol y sus tesoros, el nostálgico romanticismo de la plaza en los susurros de la vieja fuente y la frondosidad de laureles y araucarias. La Casa Consistorial, de los años treinta del XIX, cárcel sentimental del casi tres veces centenario drago. Y la casa de Betancor y Reina, antaño Hotel Inglés, parada de tantos ilustres personajes. Las vetustas mansiones de los aledaños, donde tuviera residencia el Superior Tribunal de la Audiencia o contemplaran los espectáculos de la plaza obispos y corregidores. El teatro y el incomparable parque arqueológico de la Cueva Pintada, joya testimonial de aquella pérdida patria primera. Y la señorial casona del Capitán Quesada, levantada en la calle Santiago en el tercio primero del XVIII. Y el popular “ convento “ de la Barbada, Casa Asilo de la Sagrada Familia que para la argentinas Siervas de Jesús Sacramentado construyeran el Padre Matamala y el pueblo de Gáldar.