“ Donde del hombre el afán
herencia de rancia gloria,
a la sombra del volcán,
de drago, palma y mocán
dejara eterna memoria. “
( Del poema Raíces )
No fue Gáldar fundación española. Tomada antes de concluir la Conquista a raíz de la nunca bien aclarada captura de su guanarteme, fue desde entonces lugar de tranquila convivencia entre nativos, capellanes, escribanos y soldados. Acabada la contienda, y hechos los repartimientos de tierras, aguas y casas canarias, no pocos combatientes se establecieron en la vieja sede principal de la isla, bien con sus propias familias, traídas al reclamo de los días en paz o bien tomando esposas entre las hermosas doncellas aborigenes como hicieran Trejos, Guzmanes, Betancores y muchos más. El modo de vivir del mundo civilizado se superpone a las costumbres tradicionales del pueblo conquistado y hace que a los pocos años, la declarada Villa tenga los aires de los blancos caseríos andaluces o castellanos.
El alejamiento durante tantos siglos de la ciudad de Las Palmas por las malas comunicaciones y ser por Sardina y Las Caletas puerta de entrada y salida, determina la presencia constante de gente de todos los sitios, españoles, portugueses o italianos. Y la fertilidad de sus tierras, la escasez de trabajadores en el arranque económico de finales del XIX, prodigaron avalanchas humanas desde todas las islas que hicieron aparecer barrios enteros, enriqueciendo la especial idiosincrasia del pueblo galdense.
Acaso, dentro de este testimonio gráfico de un ayer, todavía cercano, tenga un entrañable significado la extensa galería de grupos y personajes populares por la contagiosa simpatía que derrocharon en vida o por la admiración y respeto que despertaran su ingenio y su saber. Modestos y honrados jornaleros, eficientes funcionarios, patricios ilustres, artesanos, intelectuales y artistas de renombre, inolvidables profesores, clérigos y alcaldes, músicos y deportistas, rostros de la niñez y de ausencias no olvidadas. Caras de la plaza y del Casino, de la calle y la cantina, del molino y el almacén, campesinos y aparceros, de las ocasiones memorables. Gente de limpio mirar a los ojos, hospitalaria, de callada resignación, laboriosa de sol a sol, socarrona y ocurrente, siempre solidaria.